Una familia rota por la EHS

¿Cuántas más?


Me está resultando muy difícil escribir este artículo. No sólo porque es una historia dura; en esta ocasión, he sido testigo del sufrimiento de una familia que ha visto, impotente, como sus esfuerzos han acabado en tragedia.

Una antigua compañera de estudios me habló de su madre y el padecimiento que llevaba sufriendo desde hacía más de un año. Y entonces conocí a Ángela. Una mujer luchadora que, tras llevar toda su vida cuidando a su familia, se ha visto imposibilitada por algo que todos usamos cada día sin pensar, algo que se ha vuelto tan cotidiano como el pan de cada día: el móvil.

Este preciado aparatito nos ha cambiado la vida a todos. Ya, ni recordamos cuando sólo había teléfonos (sólo teléfonos, entonces no se llamaban ni fijos)... y sólo en algunas casas. El móvil nos ha puesto en contacto continuo con el mundo entero. Miles de millones de wasap lo demuestran cada día. Pero... sabías que tu móvil, cada pocos segundos, realiza un barrido para detectar el repetidor más cercano? ¿Y que, cada vez que hace eso contamina nuestro espacio con radiaciones electromagnéticas? Pero no quiero cebarme con el móvil... las redes wifi, la telefonía inalámbrica...

Ángela y su marido antes de la enfermedad
Este exceso de contaminación ya está afectando a las personas (y seguro que a los animales y plantas también). Es curioso porque, según estoy escribiendo, viene a mi memoria un anuncio de una de las empresas de telefonía móvil que, mientras todos los humanos de la casa se conectan al móvil y a internet mientras pasean por las habitaciones, el pobre perrito huye despavorido. Y esto es lo que le ocurría a Ángela: cada vez que un móvil se acercaba a ella, corría despavorida en dirección contraria.

Dolor de cabeza creciente en intensidad y extensión, además de muy peculiar y persistente. Dolor en músculos y articulaciones; irritabilidad, nerviosismo, estrés, angustia; dificultad de atención y concentración; pérdida de memoria, fatiga extrema, insomnio persistente, taquicardias, arritmias, vértigo, náuseas, mareos, febrícula, silbidos (acufenos) y dolor en los oídos, picor en ojos y piel, eritemas y dematosis, depresión, ideas suicidas. Confusión, pérdida de la estabilidad, la orientación y la memoria espacial. Sequedad de las mucosas, sed intensa, poliuria. Enrojecimiento del rostro con sensación de ardor y picores en la piel. Sensación de pinchazos o picotazos en el cuero cabelludo. Sensación de corrientes eléctricas en el interior del cerebro. Adormecimiento de extremidades o de otras partes del cuerpo. Sangrado por la nariz, etc.

Los científicos nos alertan de que si la persona ElectroHiperSensible no evita seguir exponiéndose a los CEM (Campos electromagnéticos), la intolerancia se agrava y puede producir lesiones orgánicas ya irreversibles que desembocan, según la constitución de cada persona, en enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer o en leucemias y cánceres diversos.

Vaya panorama... ¿verdad?

Pues la vida de Ángela se convirtió en una pesadilla en muy poco tiempo. Y tras los primeros síntomas, el calvario de visitas al médico que, no encontrando ninguna razón física para sus síntomas, la derivó al psicólogo. Ángela terminó tomando antipsicóticos. Pero Ángela no estaba loca. Su dolor era real y su sufrimiento también. Yo la vi este verano, su deterioro era evidente: no podía andar, daba saltitos, se quedaba dormida mientras lo hacía. Su esposo la seguía por todo el salón para sostenerla y evitar que cayera al suelo. Los dolores y quemazón en la garganta y oídos no le permitían ni descansar, viviendo en un estado de ansiedad permanente. No podía hablar bien y, lo peor para ella, ya “no era útil” a su familia. Es increíble ver lo rápido que puede deteriorarse una persona. Sobre todo para ella misma...

Ángela y su esposo durante la enfermedad

Sus hijos Rosi y Ángel, han movido cielo y tierra –me consta- para conseguir ayuda. Una ayuda que nunca llegaba y que el pasado miercoles, 28 de noviembre, hizo que Ángela no aguantara más y se quitara la vida.

No quiero perderme en datos técnicos, quien lo desee puede consultar el siguiente enlace donde encontrará información científica sobre el tema. También puedes ver el documental que encontrarás al final de la nota de prensa que ha publicado la ASOCIACIÓN DE ELECTROSENSIBLES POR EL DERECHO A LA SALUD sobre el trágico final de Ángela.

Pero sí quiero llamar la atención sobre este problema. Los avances tecnológicos nos han hecho crecer como civilización pero, ¿a cualquier precio? ¿de verdad merece la pena cuando lo que está en juego es nuestra salud? Deberíamos parar un momento y ser conscientes de lo que nos estamos haciendo.

La desatención de autoridades competentes es otro de los problemas a los que se enfrentan estos enfermos y que Ángela y su familia vivieron impotentes. Obligados a huir de su propia casa, afectada por altísimos niveles de radiación provenientes de una antena de telefonía situada a 50 metros de la misma. La inadecuada atención de los responsables de salud que no aceptaron el origen de su sintomatología, derivándola como problema psiquiátrico, lo que agravó su situación y padecimiento.


 No te engañes, Ángela no es un caso único... me aterra pensar cuántos bebés estarán sufriendo esta enfermedad sin poder expresar sus padecimientos; o cuántos de nuestros hijos están mal diagnosticados como "hiperactivos".

Ahora Ángela ya no sufrirá más. Pero su familia sigue aquí, preguntándose ¿por qué no les escucharon? ¿por qué no les ayudaron?

Este problema es un problema nuestro, de todos nosotros. Las grandes multinacionales que han hecho su agosto vendiendo estos sistemas de comunicación, jamás admitirán que son dañinos para la salud. Nuestros gobiernos sólo se preocupan de recortar nuestros derechos mientras nos hacen esclavos de su mercado.

Conciénciate, o te cuidas tú o ellos no te cuidarán. Comienza con pequeños gestos: apaga el móvil cuando duermas, en tu casa usa la conexión ADSL en lugar de la wifi, cambia tu inalámbrico por un fijo... Al menos, informate bien antes de lanzarte a los anuncios de la tele de cabeza; recuerda siempre que las grandes multinacionales no te van a contar los “efectos secundarios” de sus productos estrella. Quizá aun no te sientas afectado, pero todos recibimos estos campos electromagnéticos.


Rosi, la hija de Ángela, me comentaba esta tarde:
Me gustaría tener la esperanza de que con Angela se acabó todo y no va haber más, pero por desgracia esto está todavia empezando. Si, es verdad que para mi madre y nosotros se acabó la pesadilla. Ahora tendremos que aprender de nuevo a vivir y nos costará, porque se nos ha olvidado. Yo empezaré de nuevo a buscar trabajo, pues el mio era ocuparme de mi madre... Un nuevo comienzo, no sé me gustaría que me dieran la oportunidad de ayudar a las personas como mi madre de alguna forma, eso si sería bueno...

Todo un ejemplo de solidaridad.

Sólo nos queda enviar todo nuestro cariño a su familia.

Descansa en paz, Ángela. Deseamos que tu muerte no sea en vano.





No hay comentarios:

Publicar un comentario

Cuentanos tu opinión...

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.